lunes, 2 de noviembre de 2015

Deporte, padres e hijos



Detrás de un niño difícil siempre hay problemas pendientes de solucionar. Estamos constantemente rodeados por influencias, positivas y negativas. Quizás en la etapa adulta somos capaces de obviar aquellas que no nos parecen productivas o aquellas que pensamos que pueden ser dañinas, pero… ¿los niños también son capaces? No lo creo.

Están rodeados de influencias que regulan su comportamiento, y ese comportamiento lo exponen ante cualquier situación sin importar si están delante de personas conocidas o totalmente desconocidas. Los problemas vienen de casa, y las soluciones deberían empezar por ahí.

Cada niño es un mundo, y un grupo de niños forman un universo complejo en el que hay que tratar de entrar como un cometa o una estrella fugaz, para dar un poco de luz y guiar al niño hacia un futuro mejor.

En las etapas iniciales de cualquier deporte el rol de entrenador todavía no existe, y es el papel de educador el que debería prevalecer. En mi caso, en el mundo del fútbol, siempre ha existido el tópico tradicional de “si un niño gana, disfruta”, dejando de lado los valores que puede aprender, las técnicas o habilidades que ha mejorado o las relaciones sociales que ha establecido.

Ahí es donde debemos entrar en acción. Estamos en las etapas FORMATIVAS del niño, no competitivas. Nuestro objetivo en cada temporada debe ser que el niño finalice el año sabiendo hacer más cosas en el balón, con valores educativos que le sirvan en cualquier ámbito de su vida como compañerismo, solidaridad, humildad o entendiendo la relación esfuerzo – recompensa.

Todo esto es más importante que cualquier resultado en un partido o que cualquier posición en una clasificación. Un niño no puede relacionar su estado de ánimo con un resultado, y un padre no puede modificar su actitud con el hijo porque haya ganado o perdido. La pregunta que debería plantearse cualquier persona interesada en la felicidad del niño debería preguntarle si ha disfrutado, y recordarle todo aquello que ha hecho bien o todo aquello en lo que ha mejorado.

Si un niño se va triste a casa después de perder un partido es porque se le esta inculcando que lo importante es el resultado, cuando lo primordial es lo que el niño ha sentido mientras juega (debería ser algo similar a felicidad) y en segundo lugar, el rendimiento del niño, ya que si el niño ha mejorado en cualquier aspecto del juego esto debe ser reforzado positivamente tanto por los padres como por el monitor/educador.

Como educadores creo que debemos reforzar positivamente todas aquellas conductas o técnicas que el niño ha mejorado y rectificar aquellas que son negativas para su crecimiento personal, pero nunca basándonos en un resultado.

Estamos jugando, al deporte que sea, pero jugando y si hay algo implícito en el juego es la diversión, y el entendimiento del juego como un pasatiempo en el que aprender valores, conductas y también alguna técnica específica.

Son niños, y son demasiado inocentes como para inculcarles la competición. Dejémosles en su mundo paralelo y eduquémosles para que un futuro recuerden el pasado como una época en la que disfrutaron, se lo pasaron en grande y aprendieron valores importantes para el resto de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario