7 de la mañana, el zumbido del despertador interrumpe tu sueño bruscamente.
Abres los ojos de forma lenta y perezosa, para comprobar que, una vez más no
estás solo al despertar.
Tienes compañía. Y es una compañía que no te sorprende, no es desconocida,
ni tampoco nueva. Hasta donde alcanza tu memoria, todos y cada uno de los días
de tu vida, has tenido compañía al despertar. No, no es una compañía física, es
más bien una sensación. Una sensación que te acompañará a lo largo del día, una
sensación que te persigue como si de tu sombra se tratase.
Espera… ¿He dicho que era una sensación?
Pues he mentido, porque son dos. Dos emociones contrapuestas que luchan
por imponerse, por tomar el control de tu vida, por tumbar a la otra.
En una esquina de tu cabeza, con alas negras, mirada penetrante y siempre
al acecho se encuentra el MIEDO. Experto en atacar cuando menos lo esperas,
cuando te encuentras confiado y te sientes seguro. Es entonces cuando el miedo
saca su mejor derecha, directa a tu valor y valentía. Ya sabemos cómo acaba el
combate. K.O. Casi tan peligroso como su golpe es su mirada, una mirada que
inmoviliza, que paraliza tus ambiciones y hace trizas tus proyectos cuando
fijas en ella tus ojos.
Hay muchas clases de miedo: miedo a fracasar, miedo al éxito, miedo al qué
dirán, miedo a sufrir, miedo a ser feliz, miedo a tener razón, miedo a
equivocarte, miedo a tener miedo… Dijo una vez Woody Allen que el miedo es su
compañero más fiel, que nunca le ha engañado para irse con otra persona.
¿Y si yo te dijera que el miedo no siempre es malo? ¿Y si te dijera que
cierta clase de miedo es necesaria para seguir adelante? Echa la vista atrás.
¿Nunca has sentido miedo cuando te encontrabas a punto de triunfar? Alguien a
quien admiro mucho dijo una vez que el miedo es eso que te pasa por dentro
cuando estás a punto de hacer lo que tienes que hacer. Y alguien a quien
considero un hermano añadiría “El miedo es libre, cada uno coge el que quiere,
y lo usa para lo que quiere”. Úsalo como elemento potenciador, aprende a celebrar
que despierte contigo cada mañana, y te encontrarás un poco más cerca de tu
éxito.
En la otra esquina de tu cabeza, y a menudo habitando tu corazón, se encuentra
la PASIÓN. Pasión, esa emoción de tamaño variable, en ocasiones diminuta e
insignificante, en ocasiones inmensa y determinante. Su forma de ganar los
combates es por invasión y arrasamiento. Cuando la pasión te invade, arrasa con
todas tus dudas, todos tus “pero”, todos tus “y si…”, todos tus miedos.
Ahí va mi consejo. Aliméntala. Dedica cada día a descubrir que come tu
pasión, de que se alimenta, cuál es su manjar favorito. Una pasión que no se
alimenta no puede crecer, y créeme cuando te digo que el tamaño de tu pasión es
directamente proporcional al tamaño de tus éxitos, de tus victorias, de tu
felicidad. Aliméntala. No encontrarás energía interior más intensa que la
generada por tu pasión. Descubre que te apasiona y pon tus energías en ello.
Pasión por el deporte, pasión por educar, pasión por ayudar a los demás,
pasión por trabajar con niños, pasión por cambiar el mundo, pasión por vivir.
Dedicad un minuto a pensar en aquellas personas que tienen éxito en lo que
hacen. Will Smith, Josef Ajram, Marc Márquez, Nelson Mandela, Usain Bolt,
Ronaldinho, Valentino Rossi… seguro que os vienen a la mente unos cuantos
nombres más. Personas que tienen un brillo distinto, el brillo de la pasión por
lo que hacen.
Por último, te voy a presentar a un tercer elemento clave en tu vida. Se
llama CONSTANCIA, y a diferencia de los dos anteriores no te vas a despertar
con ella cada mañana. La constancia, como todos los hábitos, se entrena. Es la
capacidad de realizar tus actos con determinación, de continuar hacia delante
cada día con voluntad inquebrantable.
Porque cuando te enfrentes a tus miedos y abraces tu pasión no vas a tener
éxito desde el primer minuto, no vas a ser ese jugador reserva que sale en el
último minuto para ejecutar el tiro final y dar la victoria a su equipo. La
vida no es una película de Hollywood. En tu vida lo intentarás y fracasarás, lo
volverás a intentar y volverás a fracasar, pero poco a poco te darás cuenta de
que cada vez fracasas mejor, de que algo dentro de ti está cambiando, y que
cada fracaso te acerca un poco más a aquello que quieres conseguir.
Todo el mundo puede empezar a correr, cualquiera puede correr 5km con algo
de entrenamiento, cualquiera puede aguantar la respiración mientras realiza una
sentadilla, cualquiera puede empezar una dieta para mejorar su rendimiento o
salud, y cualquiera puede proponerse mejorar el mundo. Pero hay poca gente que
sea capaz de hacer esto día tras día, y aún es menos común que quieran hacerlo
el resto de su vida.
Y créeme, que en esos días que te asaltan las dudas, y te golpean tus
MIEDOS, vas a necesitar de toda tu PASIÓN por lo que haces para continuar hacia
delante con CONSTANCIA. En esos momentos no vas a recordar la frase motivadora
que leíste hace tiempo en un blog, pero espero que este texto te sirva para
recordar porque empezaste, porque lo haces, y porque debes continuar hacia
delante con pasión.
Porque ambos sabemos que tú no entiendes de derrotas, ambos sabemos que
cada fracaso te motiva para volver a intentarlo. Intentarlo otra vez,
intentarlo mejor, intentarlo diferente. Y siempre,
siempre, continuar hacia delante.
Feliz Navidad a todos, ha sido un placer volver a escribir en el blog, e
intentaré pasarme por aquí con alguna publicación cuando mi tiempo me lo
permita. Un saludo, Victor Arnau.
¡FELIZ NAVIDAD!